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martes, 15 de noviembre de 2016

No te quedes lejos, Señor - Salmo 10

No te quedes lejos, Señor - Salmo 10

¿Por qué, Señor, te quedas lejos y te escondes en los momentos de peligro?

El malvado, que persigue con arrogancia al humilde, será atrapado en las intrigas que urdió:

Sí, el malvado se gloria de su ambición, el codicioso blasfema y desprecia al Señor; el malvado dice con arrogancia: Dios no pedirá cuentas, no existe -así piensa-.

Su opulencia dura por siempre; tus excelsos decretos le son ajenos, los desprecia con total violencia.

Piensa: No vacilaré jamás siempre seré feliz y afortunado.

Su boca está llena de engaños y fraudes, en su lengua encubre maldad y opresión; se pone al acecho junto a los poblados para matar a escondidas al inocente; sus ojos espían al desgraciado, acecha en su escondrijo como león en su guarida, acecha al humilde para secuestrarlo, secuestra al humilde arrastrándolo en su red.

Se agazapa, se acurruca, y los indigentes caen en sus garras.

El malvado piensa: Dios se ha olvidado, se ha tapado la cara y ya no ve.

¡Levántate, Señor, extiende la mano, no te olvides de los humildes!

¿Por qué el malvado desprecia a Dios pensando que no le pedirá cuentas?

Pero té ves las penas y desgracias, tú los miras y los tomas en tus manos:

El débil se encomienda a tí, tú eres el protector del huérfano.

¡Quiebra el brazo al malvado y págale su maldad!

Sólo tú rastreas su iniquidad.

El Señor es rey eterno, por siempre, y los paganos desaparecerán de su tierra.

Tú escuchas, Señor, los deseos de los humildes, los reconfortas y les prestas atención.

Si defiendes al huérfano y al oprimido, el hombre de barro jamás infundirá terror.